viernes, 5 de octubre de 2012

Juanelo Turriano: ¿Magia o ingenio? El "Artificio" de Juanelo


Quien sea de Toledo o conozca bien la cuidad sabrá de la existencia de una calle, mas conocida por la leyenda que por su importancia, llamada Hombre de Palo, que hace referencia al supuesto homúnculo creado por el cremonés Juanelo Turriano:
           
“Tenía el autómata dos varas de alto y miembros correspondientes, salía de casa de Juanelo y llegaba hasta la despensa del arzobispo por la ración de su amo que era dos libras de carne y pan. Unas veces vestía a la figura de corto y otras de golilla. Hacia su cortesía, demudaba el rostro y los muchachos le llamaban Don Antonio. Constan estas minuciosas en antiguos escritos que he visto.” 1

Juanelo Turriano nació en las proximidades de Cremona en el año 1501. Turriano aprendió a reparar y construir instrumentos mecánicos en el taller de su padre, habilidad que perfeccionó más tarde en un taller relojero de Cremona y más tarde en Milán, donde se ganaba la vida como maestro relojero. En esta época de juventud Juanelo ya empieza a destacar por sus ingenios, tales como una grúa para elevar pesados cañones o una dragadora para la laguna veneciana entre otras.

Pero la relación del ingeniero con España empieza cuando Carlos V, rey de España, fue coronado emperador en Bolonia y por dicho motivo le fue entregado un reloj astronómico reparado por Juanelo como regalo, y más tarde fabricó otro con una tecnología nunca vista hasta entonces. El rey Carlos V no quería prescindir de sus servicios por lo que lo que fue contratado para el servicio de la corona. Más tarde pasó  al servicio de Felipe II como matemático e ingeniero.

Está  constatada su gran amistad con el arquitecto Juan de Herrera, con el que nace el estilo Herreriano. Entre sus obras destacael Monasterio de San Lorenzo del Escorial, en el que intervino Juanelo con sus ingenios, y la Catedral de Valladolid. Tanta es la admiración por este gran arquitecto hacia Juanelo Turriano que en su casa tan sólo tenía tres pinturas: un retrato de LLull, otro del artista Miguel Ángel, y el de Juanelo, “de medio cuerpo, en lienzo al óleo, vestido de negro, con gorra de paño, en marco de madera blanca.“ 2
Tanto es así que Felipe II nombró  a Juan de Herrera como encargado de la custodia de los inventos de Juanelo y la recompensa por éstos a sus herederos. Pero todo despareció sin dejar rastro. Cinco baúles llenos de inventos de Juanelo entre los que se encontraban: “relojes astronómicos, canalizaciones de agua, útiles mecánicos, proyectos hidrotecnológicos, autómatas, maquinas voladoras y estudios de geometría y matemáticas.” 3

La más fanática y dura  mano de la Inquisición que reinó  la cuidad de Toledo en los años posteriores a su muerte se lo llevó  todo por delante y cayó sobre Juanelo y sus inventos una maldición. El cremonés fue tachado de mago y maestro de las fuerzas oscuras por los que en aquella época, con miras cortas, no comprendían el valor y el ingenio de Turriano.




El artificio de Juanelo, un monumento mal pagado:



Bien es sabido por el transcurso de la historia el problema del abastecimiento de agua a la cuidad de Toledo. He aquí algunos intentos de abastecer agua desde el río hasta el alcázar de la ciudad:

·      El bombeo germano: A petición del Marqués de Zenete, en 1526, unos ingenieros alemanes instalaron un sistema de bombeo para llevar el agua hasta el alcázar, pero se reventó por la presión aplicada.

·      El molino flamenco: En 1562 los ingenieros flamencos Juan de Coten y Jorge Ulrique, a instancia del Marqués de Falces, emplearon sin éxito tras 865 días un molino que, aprovechando la corriente del Tajo, debía propiciar el movimiento de las bombas hidráulicas.

·      La maqueta francesa: Siguiendo la estela de fracasos, el ingeniero francés Louis de Foix pergeñó una maqueta que se quedó  en eso: un mero esbozo.

Pero a pesar de todos lo problemas que esto ha supuesto a la cuidad a lo largo de la historia, después de estudiarlo a fondo, en 1565 el cremonés firmó un acuerdo con la Corona y los mandatarios de Toledo en que se comprometía a diseñar un ingenio mediante el cual pudiera abastecer al palacio de 12.400 litros diarios de agua fluvial. ¡Y vaya  si lo consiguió! El 23 de febrero de 1569, el conocido como “Artificio de Juanelo” estaba funcionando a pleno rendimiento.

Debido a que este blog es un blog de ingeniería, tu blog de ingeniería, no nos vamos a quedar en la historia y vamos a explicar a grandes rasgos en que consistía este “artificio”.



El invento, situado cerca del puente de Alcántara, usaba la energía hidráulica del Tajo para activar un descomunal sistema de “cucharas” de madera engranadas de modo que el agua pasaba de unas a otras a distintas alturas, como podemos apreciar en el boceto. Este colosal artefacto de madera estaba compuesto por 1 presa y 2 ruedas motrices a pie de río, 6 estaciones intermedias y 192 cangilones agrupados en 24 torres. Para construirlo, se utilizaron más de 200 carros de madera y 500 quintales de metal.
Este monumento a la ingeniería mecánica e hidráulica elevaba un caudal de 11,8 litros por minuto sobre un desnivel de 100 metros y un recorrido horizontal de 300 con una pendiente media del 33%.
Fue un rotundo éxito. Juanelo no sólo cumplió todo lo acordado en el contrato sino que incluso su “Artificio” abastecía al alcázar con cerca de 18.000 litros diarios, cantidad muy superior a la contratada.

Pero la maldición vuelve a caer sobre este gran ingeniero. Una vez que el artificio estaba en funcionamiento, él no llegó a percibir ni un solo real. Sólo él cumplió lo acordado. El agua llegaba hasta el alcázar y éste, que era del ejército real, no repartía agua ni le pagaba al ingeniero, basándose en que ellos no habían firmado nada con el cremonés. El ayuntamiento de la cuidad, que era el que sí  había llegado a un acuerdo con el ingeniero no percibía ni una gota del agua, por lo que se negó a pagarle. Así Juanelo fue el responsable del mantenimiento del colosal invento durante seis años, y no tardó en arruinarse.
Felipe II, al enterarse de este entuerto no tardó  en solucionarlo, pero claro está, a su manera, porque  este monarca no daba puntada sin hilo. Así costeo un segundo invento, aún mas colosal que el anterior para abastecer de agua a la cuidad y fuesen Juanelo y su familia quienes vendiesen esta agua, y así poder devolverle el favor de mantener el primer invento durante 6 años. Pensaréis que es un chollo, pero como dije, Felipe II, lo hizo a su manera: él se quedo con la primera obra y puso en el contrato una cláusula según la cual el rey se quedaría con el agua del segundo ingenio “si yo hubiese menester poder tomarla”. Y así fue, el primer ingenio quedó  obsoleto por falta de mantenimiento y el alcázar se apropió  del segundo basándose en la cláusula del contrato, y  Toledo se quedó  sin agua y Juanelo sin invento ni dinero.

A pesar de todas estos desafortunados acontecimientos y maldiciones que marcaron la vida de Juanelo, en la actualidad el cremonés es admirado por muchos, como el presente, por su capacidad para crear e ingeniar cosas jamás vistas y que aún nos fascinan después de casi 500 años.

Hoy podemos ver en el museo de Santa Cruz de Toledo un busto de Juanelo, hecho en mármol de Carrara en perfecto estado. En El Escorial un retrato del mismo de autor anónimo4. En las orillas del Tajo las ruinas de sus artificios, jamás reconstruidas. Y la más llamativa representación, un busto del cremonés de gran tamaño tallado en los años 60, situado en el balcón de Osiris del Palacio Real de Madrid5 desde donde observa el paso de las autoridades recibidas por Francisco Franco y el rey Juan Carlos I.



1.- Artículo de N. Magán en los números 29 y 30 de “Seminario Pintoresco Español” de 1839.  
2.- Inventario de los bienes de Juan de Herrera, asiento 139, Albatros. Madrid-Valencia, 1977.
3.- Apéndice de la novela “En el corazón de la cuidad levítica”. Baltasar Magro.
4.- Catálogo de los cuadros del Real Monasterio de San Lorenzo, de Vicente Poleró y Toledo en 1857
5.- Semblanza iconográfica de Juanelo Turriano, de Ángel del Campo y Francés. Editado por la fundación Juanelo Turriano, en 1997.






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